28 septiembre 2018

ENCONTRANDO


Somos más de lo que parece los que no encajamos en este mundo de injusticias y sinrazón. Soy uno más que así lo sentía y busqué. Busqué para llenar vacíos, busqué para hallar respuestas y busqué para encontrar un sentido que diera un rumbo y propósito cierto. No de deseos vanos ni fantasías, o de efímeras satisfacciones, sino algo verdadero, algo real. Todo respondía a un anhelo profundo del interior que me llevaría a las puertas de quién soy en realidad, pues en el fondo me estaba buscando a mí mismo, solo que en un mundo extraño, duro e inhóspito, donde había otros como yo, pero muchos parecían haber perdido ese impulso que me animaba, o bien lo tenían adormecido, pues se afanaban diariamente en menesteres y placeres temporales que no eran de mi interés.


Pronto descubrí que no sería fácil, que podría pasarme toda la existencia buscando y perderme en el laberinto de teorías, libros, creencias, filosofías y doctrinas varias. Descubrí que había muchos buscadores ávidos de conocimiento, pero también mucho embaucador que se aprovecha de la gente y su necesidad para convertirlo en un negocio, sea dinero, poder o adoración, algo que sentía era incompatible recordando la frase “por sus frutos los conoceréis”.

Algo tenía claro, y es que no quería ser un eterno buscador, pues comprendí que el mundo estaba llenos de ellos, pero pocos habían encontrado de verdad, pues muchos solo habían adoptado las frases y fórmulas de otros pero no habían encontrado por ellos mismos. No es que lo que dijeran no fuese interesante, pero si no se estudia, se trabaja, se integra y se convierte en conocimiento propio en base a su aplicación en la práctica y llevado a la experiencia, nunca llega a ser sabiduría.

El que sabe, el que encuentra, no es porque haya leído mucho y posea una biblioteca entera, eso es solo acumulación de información, incluso lo podríamos llamar conocimiento si se ha comprendido e integrado; pero la sabiduría es otra cosa, es la aplicación del conocimiento en la práctica y la experiencia, transformando universos, tanto internos como externos, produciendo alquimias y creando realidades nuevas que mejoren la vida y su entorno.

No quería ser un eterno buscador, sino un encontrador. Y no es que el que encuentra haya terminado su búsqueda, pues el aprendizaje continúa, sino que ha conseguido sus certezas, algo necesario para seguir encontrando. Pero para ser un encontrador tenía que estar dispuesto a trabajar sobre mí mismo y llevar a la práctica aquello que mi discernimiento validaba como necesario: observación constante, un centro de gravedad, consideración hacia el prójimo, impecabilidad, coherencia, etc. Todo es a base de esfuerzo, pues sin consciencia no hay nada, es la que da dirección y propósito al trabajo con las energías, materia prima de todo lo creado. Y para alcanzar consciencia hay que dominar el ego, el enemigo interno que nos boicotea e impide acceder a la Consciencia del Ser.

Acallar al ego y sofocar sus deseos es nuestra tarea más dura, pero también la más productiva cuando atendemos a las necesidades del Ser. Ese ego nuestro que no puede ser eliminado, porque es parte de nosotros, es un programa que nos sirve para relacionarnos con el mundo exterior, pero si puede ser domado, unificado, dominado y atado en corto para que obedezca la voluntad del Ser, transformando las miserias en virtudes.

El trabajo es interior para que pueda tener reflejo en el exterior. Todas las posibilidades están a nuestro alcance pero hay que asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos, palabras y actos. Todo lo exterior lo han puesto para evitarlo, toda la manipulación, todo el control, todas las mentiras y engaños están pensados para dividirnos y alejarnos de nuestra realidad más íntima: la de conectar con nuestro SER, lo más precioso de la Creación. Porque ante Él no tendrían ningún poder, ningún control, ninguna defensa posible, porque donde el ego mira monstruos gigantes el Ser ve pequeñas hormigas.

Ángel Hidalgo 


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