Pasamos
a ver la última de las Siete Llaves que guardan el tesoro escondido
de la Consciencia del Ser. Después de haber tratado las seis
primeras llaves, tres que podríamos considerar del lado interno como
son la Certeza, la Coherencia y la Impecabilidad, y otras tres del
lado externo, que son la Consideración, la Acción y la Ejecución,
nos queda ahora la última llave que corona y sella la conexión con
el Ser. Esta llave no es otra que la Unión o Unificación.
A
estas alturas del camino, con el trabajo interior y exterior
realizado para la consecución de todas las anteriores llaves, nos
damos cuenta que todo ha sido una vuelta al origen, un ejercicio de
recordar para vivenciar, de experimentar para plasmar, de volvernos a
reencontrar con quien en el fondo somos y siempre fuimos, aunque por
largo tiempo no supimos y solo actuábamos como un pálido reflejo de
la luz de nuestro espíritu.
Genéricamente
hablando, unificar es que varias cosas o personas distintas formen un
todo y contribuyan a una causa común o hacer que varias cosas de la
misma clase sean iguales y semejantes entre sí. En lo que a nosotros
se refiere, la unificación consiste en reunir y orientar los
distintos puntos de la esfera de consciencia que representan nuestros
diferentes personalidades o yoes que miran hacia el exterior para que
actúen como uno solo y al servicio del Ser.
El
primer obstáculo a salvar es dejar de existir en la dualidad donde
los opuestos se reemplazan e intercambian entre ellos favoreciendo la
confusión y la manipulación de la realidad, para encontrar el
equilibrio en la trialidad que armoniza y concilia los contrarios. Si
todo lo vemos y percibimos en los términos de bien y mal, de blanco
y negro o de ángeles y demonios solo estaremos percibiendo la vida y
el universo desde dentro de la caja de nuestra mente. Incluso los
parámetros de grande y pequeño, de macro y micro, solo son medidas
que se utilizan para alejarnos de nuestra verdad, pues todo es
fractal en el universo y la verdad más grande se encuentra en el
corazón más pequeño así como el corazón más pequeño está
contenido y palpita sincronizado al ritmo de la Creación. Todos
tenemos acceso a esa verdad por pertenecer a la Esencia que nos da la
Vida y a los principios que portamos como avatares del Ser.
Los
nombres y las etiquetas mistifican el conocimiento desde el momento
que tendemos a quedarnos con las etiquetas y no integramos el
conocimiento que contiene. El continente es la vestidura, el
contenido es el alma del conocimiento, y del alma se construye el
Espíritu como cuerpo de expresión del Ser.
Aquel
que se cree separado de los demás no vive la trialidad, quien se
posiciona en un lado de los opuestos de la dualidad no puede vivir en
el equilibrio de la tercera energía, aquel que se queda con la
etiqueta y no integra el alma del conocimiento no crea su espíritu,
sino que se fabrica un ego creído trascendido que termina
sintiéndose superior a los demás por carecer de la humildad de
reconocerse, en esencia, igual a su prójimo.
La
fragmentación de la personalidad, los diferentes yoes de la
consciencia artificial, se deben fusionar en un todo homogéneo para
poder funcionar unificados en intención y propósito. Esto sería
imposible sin haber formado previamente nuestro centro de gravedad
que al ser alimentado en pensamiento, palabra y obra, toma la
relevancia y el control de la personalidad virtual, pero ya no desde
los deseos y los intereses del ego fragmentado, sino desde la
necesidad y la voluntad del Ser con la tercera energía del Amor que
une y equilibra los opuestos.
Cuando
los yoes se han fusionado en uno solo, cuando la unificación se ha
producido, la vida adquiere otro significado y la existencia un nuevo
sentido, nos habremos convertido en alguien totalmente nuevo que ve a
través de los ojos de la Consciencia del Ser. Se podría decir que
hemos vuelto a nacer, pero nacer no de la carne, sino del Espíritu como cuerpo de enlace del Ser. Habremos dejado de ser una mera posibilidad
para convertirnos en una particularidad que es parte activa y
participa del propósito de la Creación, formando parte de la vida
consciente del Universo.
Hasta
aquí las Siete Llaves que hay que recorrer y encontrar para tener
acceso al Tesoro guardado en nuestro interior. Ninguna llave es
gratis, te la encuentras un día por la calle ni se puede regalar.
Todas tienen que ser conseguidas por trabajo y esfuerzo interior, por
merecimiento y no por petición. El que busca encuentra y el que
encuentra debe accionar si quiere seguir encontrando.
Ángel
Hidalgo
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