Una
Matrix o realidad virtual determinada necesita de sus propios
proyectores que la sustenten, pues lo que llamamos realidad no es
sino un número sinfín de variables contenidas dentro de unos
parámetros que abarcan una ecuación de elección preñada de
posibilidades. En esta realidad sus habitantes actúan como puntos de
recepción/emisión de información y consciencia, y por tanto, son
sus proyectores holocuánticos, que terminan definiendo lo que
llamamos la Matrix que nos contiene y envuelve, convirtiéndose en la
configuración colectiva establecida, unos paradigmas aceptados por
la suma de los proyectores de la realidad, es decir, nosotros, con
el compendio de nuestras creencias, opiniones, preconceptos,
subjetividades, prejuicios, conformismo y aseveraciones.
La
Matrix no existe porque las élites la fabricaron, sino porque
nosotros la proyectamos y sostenemos con nuestros pensamientos,
palabras y actos, pues somos los que finalmente le damos la sustancia
y realidad. Ellos solo la diseñaron, pero luego necesitaron hacernos
creer que era así, que la aceptemos e incorporemos, para que seamos
sus proyectores a modo de fuente de alimentación, inconscientes y
dormidos, habitantes de un sueño que construyen y promueven una
fantasía colectiva que acaba siendo nuestra pesadilla particular.
La
verdadera Realidad es mucho más, más amplia, más inabarcable, más
sorprendente, más asombrosa, más repleta de posibilidades. Pero
necesita de una nueva visión, de ver con ojos nuevos hasta dónde
podemos llegar, necesita de una expansión de consciencia que
traspase los límites impuestos, necesita de voluntad y osadía para
en lugar de soñar atreverse a vivir según nuestros más altos
principios y dictados del Ser.
La
Realidad es una cosa y la Matrix es otra. La Matrix es el sucedáneo
que hemos aceptado como nuestra realidad, cuando solo es una
fabricación burda y acomodada proyectada por nuestras mentes
inconscientes sometidas a la conveniente manipulación. Por ejemplo,
la economía imperante necesita que nosotros la aceptemos y nos
sometamos a ella, la religión igual, la política igual... y así
todos y cada uno de los pilares que sostienen el sistema. Pilares que
se apoyan unos a otros y juntos conforman la Matrix, esa falsa
realidad que nos rodea y esclaviza, que nos hace trabajar para ella
en beneficio de unos pocos elegidos.
En
otras palabras, el sistema se alimenta de nosotros, lo sostenemos
nosotros, lo perpetuamos nosotros, así que también lo podemos
cambiar nosotros si dejamos de prestar nuestra necesaria ayuda y
colaboración para su mantenimiento. Es por ello que esta Matrix
tiene dos columnas fundamentales: la fabricación de unos paradigmas
que debíamos aceptar y mantener, y la segunda es la fragmentación y
la división de sus habitantes para que no podamos construir nada
juntos, nada nuevo.
La
primera ya sabemos cómo la consiguen, que es imponiendo unos cánones
de conducta y patrones mediante la religión, la ciencia, la
política, la economía, etc. La segunda es fomentando el ego a
través del deseo para que siempre estemos fragmentados, divididos y
enfrentados unos con otros. Y para ello cualquier cosa es válida,
pues el fin es crear rivalidad y competitividad, promovidas con el
fútbol, el feminismo y el machismo, los pobres contra ricos o los
negros contra blancos. Da igual lo que sea, no importa tanto el medio
mientras que se consiga el fin: que no exista unión ni propósito
común, porque eso sería su perdición.
Pero
esto no solo debe darse en el exterior, sino también en el interior,
para que sea su reflejo. Por ello promueven el deseo y la
fragmentación de la personalidad, donde solo nos movemos por
intereses partidistas y no por colectividad, por competición de unos
contra otros y no por la unión y el bien común que nos dignifica y
nos hace mejores, por deseos del yo y no por la necesidad del Ser. El
resultado es que logran socavar la integridad y la expansión de
consciencia, pues no somos uno e individuales, sino legiones
enfrentados unos con otros. Así que menos aún podemos aspirar a
actuar como colectivo unido para romper las cadenas y crear algo
juntos.
La consecuencia es que consiguen que seamos fácilmente manipulables y
perdemos entidad, entidad como seres humanos, entidad como colectivo
y entidad como humanidad. Es por ello que resulta tan difícil la
convivencia entre nosotros, ponerse de acuerdo en una comunidad de
vecinos o formar un frente unido para construir algo juntos. Ésta y
no otra es nuestra mayor debilidad.
A
pesar de todo, los seres que todavía conservan las virtudes que le
son propias e inherentes a su condición humana están despertando, y
aunque no sean tan visibles o apenas se les escuche en medio de tanto
ruido ensordecedor, somos más de lo que parece, y la transformación
hace tiempo que comenzó. Pero no se dejen engañar porque no
salgamos a menudo en los medios de comunicación oficiales o seamos
desconocidos a nivel mundial, pues estamos desperdigados por toda la
Tierra, haciendo cada uno de que debe y en el medio que se
desenvuelve.
¿Desperdigados?
sí, pero no separados, pues estamos unidos por hilos invisibles que
nos conecta en intención y propósito, agentes infiltrados en el
sistema que, lo sepan o no, representan la consciencia en expansión
de la humanidad y la creciente masa crítica que detonará la
explosión de esta Matrix y dará paso al amanecer de una Nueva
Humanidad.
Ángel
Hidalgo
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