24 febrero 2019


EL BOSQUE

En el bosque de nuestra mente hay todo un mundo por descubrir, un universo oculto en el cual habitamos, aunque en gran parte desconocemos porque estamos tan enfocados en el exterior que no prestamos atención al interior, que es donde se gestan nuestros sueños, nuestros deseos e inquietudes, nuestros miedos y zozobras, nuestras penas y alegrías con las que tenemos que convivir y hacen que nuestra existencia sea un infierno o un paraíso.

Al igual que en un bosque, tenemos lugares maravillosos, poblados de altos árboles bañados por la luz del sol y con noches estrelladas acompañados por la luna, hay cabañas en algún claro donde refugiarse del frío y encender una fogata, y hay praderas verdes mecidas por la brisa del viento, pero también hay grutas y madrigueras que dan cobijo a alimañas y oscuros rincones donde no llega la luz y son guaridas de criaturas de la noche... de la noche oscura del alma.

Vivimos en el bosque de nuestra mente, pero no vemos el bosque ni conocemos sus senderos, si acaso algunos árboles cercanos que reconocemos al pasar por aquellos parajes que transitamos. Estamos tan absortos, tan metidos en esa pequeña parte del bosque, que solo vemos algunos pensamientos y rara vez nos elevamos para ver el bosque completo. A menudo fantaseamos con nuestra mente proyectando deseos y pasiones que nada tienen que ver con la realidad, o hacemos nuestros los deseos, las pasiones y las frustraciones de los demás, pero sin ver ni escuchar el canto de los pájaros, la verdadera voz del bosque.

Es urgente hacernos dueños de nuestro bosque y ejercer como tal, pues de no ser así existiremos en un universo extraño y ajeno, el que nos han hecho crear, se habrán apoderado de nuestro espacio vital y viviremos en una matrix inducida muy alejada de la realidad esencial, la nuestra por naturaleza y que debemos crear y proyectar. El mental es el receptáculo donde vivimos, es el huevo filosofal, la crisálida que se puede convertir en mariposa, pero si está sucio y desordenado asímismo será nuestra existencia, pues es lo experimentamos y proyectamos al exterior. 

Observarse con atención es esencial para tener un mental limpio, descubriendo nuestro bosque y no dando cabida a pensamientos y emociones indeseables, pero no basta con la observación, tenemos que poner orden haciéndonos cargo de nosotros mismos, asumir nuestra responsabilidad, tenemos que ser coherentes en pensamiento, palabra y obra, y practicar la consideración hacia los demás si es que queremos el mismo respeto.

Debemos dejar de alimentar fantasías que no llevan a ningún lugar, apartar deseos vanos y anteponer la necesidad, dejar de cargar con el miedo y la culpa tanto nuestra como de los demás, debemos aprender a soltar y sanar el pasado que nos impide vivir con plenitud nuestro presente y construir nuestro futuro, debemos aprender a perdonar y trascender si es que queremos crear.

Cada acto debe terminar en el mismo acto, sin enganches, sin remordimientos, sin expectativas de esperar recibir algún pago por ello, sin frustraciones. Hicimos lo que hicimos de acuerdo a nuestro nivel de consciencia, fuera bueno o malo, tuviera un resultado feliz o desgraciado, pues de todo aprendemos y damos lo que tenemos, no pudiendo dar lo que nunca fue nuestro. Pero la vida continúa, siempre continúa, y debemos afrontarla sin amarres, sin pesadas cargas, sino ligeros de equipaje.

Un bosque limpio y ordenado se convierte en un lugar hermoso y apacible, un lugar cálido y soleado donde nunca falta el agua vivificante de los ríos y la lluvia, y donde crecen las mejores plantas y árboles que darán los mejores frutos.

Ángel Hidalgo