Si
la observación es la puerta de entrada hacia el autoconocimiento y
el despertar, llegar a nuestras propias Certezas es la primera meta o
etapa del camino. Un camino que será largo hasta el encuentro con
nuestra esencia, hasta lograr la conexión con la Consciencia de
nuestro Ser, pero donde iremos recogiendo los primeros frutos del
trabajo interior.
Antes
de encontrar la Certeza solo hay buscadores, algunos de los cuales no
saben ni lo que buscan. Prueban aquí o allá, creen esto o aquello,
pero nunca llegan a ser encontradores de su verdad. No en vano la
Certeza es la primera llave a encontrar, pues de no ser así seremos
eternos buscadores llenos de dudas, viajeros perdidos en el mar de la
ignorancia.
No
debemos confundir la creencia con la Certeza. La primera es lo que
creo pero no sé, la segunda es como un recuerdo encontrado. La
primera se basa en lo que hemos escuchado o leído, la segunda es
fruto de nuestra observación, experiencia y reencuentro. La primera
responde a lo emocional que se confunde con lo espiritual, la segunda
es el sentir del espíritu mismo cuando se empieza a reconocer (volverse a conocer).
Algunos
le llaman dudas, pero el verdadero motor de la búsqueda de certeza
es la inquietud, esa sensación de que algo está mal y nos hace
movernos hasta encontrar, esa punzante insatisfacción difícil de
explicar, el sentir de que hay algo más que podríamos traducir como
el anhelo de vuelta al hogar o también como la llamada del Ser. Es
por eso que esa inquietud nacida del interior se tiene o no se tiene,
es escuchada o no es escuchada entre el tumulto y el ruido exterior,
pues la única diferencia entre un eterno buscador y un encontrador
de certezas puede ser tan simple como aprender a escucharse.
Tenemos también,
claro está, que hay que sobreponerse a las dudas que surgen y nos
inducen principalmente en el plano mental, fruto de la programación,
el condicionamiento, la manipulación y el ocultamiento deliberado de
la información para hacernos desviar y que no encontremos nuestras
propias certezas, pues quien carece de certeza navega a la deriva de
la confusión, lo que le convierte en presa fácil de la
manipulación.
La
Certeza se sabe o no se sabe, pero no puede ser regalada. Es algo
propio e inherente, se siente o no se siente como verdad propia e
individual, se encuentra o no se encuentra, pero nadie puede prestar
a otro su certeza, solo puede compartirla para que le sirva a los
demás para encontrar la suya, siendo el fruto del trabajo de cada
cual.
Cuando
alcanzamos nuestras certezas es cuando empezamos a construir y
cristalizar nuestro cuerpo de enlace con el Ser, pues las certezas se
convierte en la materia de la consciencia para la formación del
Espíritu. También necesitaremos de otros materiales como la
coherencia, la impecabilidad, la consideración, etc; pero al menos
ya tendremos los cimientos.
Ángel
Hidalgo