17 febrero 2018

EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN


Conócete a ti mismo”, dejaron escrito los antiguos griegos en el templo a Apolo en Delfos, siendo utilizado por Platón como un llamado a la filosofía. También a los iniciados pitagóricos se le atribuye la frase “Conócete a ti mismo y conocerás a los dioses y al universo”, considerada una máxima para el descubrimiento, el conocimiento y la sabiduría.

No hay despertar sin observación. Quien quiera aprender, conocerse, mejorar, expandir su consciencia, tiene que aprender el arte de la observación. Observar es prestar atención con detenimiento, utilizando los sentidos para captar y asimilar información sobre los rasgos del elemento observado. Es el método científico por excelencia y la mejor forma de obtener información sobre cualquier objeto o fenómeno, sus causas, reacciones y comportamiento. También la observación es el método usado para la investigación rigurosa de un hecho acaecido o el descubrimiento de un delito.

El problema es que nadie nos enseña a observar, sino a estudiar y aprender lo dicho por otros, a memorizar para demostrar que sabemos y a repetir para marcar la pauta. Desde que nacemos somos observadores por naturaleza, pero en la más tierna infancia el sistema educativo nos inculca unos métodos y hábitos mentales que terminan haciéndonos funcionar en base a arquetipos estructurales estandarizados. Entonces el aprendizaje propio por medio de la observación natural se trunca, pues empieza a discurrir por nuestra mente los nuevos programas implantados de estudio y asimilación.

¿Cómo conocer algo sin observar? Sería como teorizar bonito sobre la fantasía donde cada cual le da rienda suelta a la ilusión, dando por supuesto lo que no se conoce en profundidad, porque nada se sabe sin la observación directa que debe estar avalada por la experiencia. A cambio nos dieron montones de información estéril, comida muerta con la que atiborrar la mente, pero siempre dentro de unos parámetros oficiales, aceptados y establecidos. Para asegurarse, también nos ataron al tiempo con un reloj controlador, para que fuéramos sus esclavos siempre corriendo de aquí para allá como hormiguitas atareadas, y nos ofrecieron suculentas golosinas para distraer y entretener.

Este es el ambiente controlado en el que nos desenvolvemos, inconscientes, ignorantes y dormidos, deambulando por un mundo incomprendido, sonámbulos que sueñan estar vivos, fantasmas en una carrera hacia el olvido. Porque no hay mayor dormido que aquel que sueña que está despierto ni mejor preso que quien piensa que tiene libertad. Es el trance del que sueña mientras trabaja, vota y paga sus impuestos, la granja humana, el ganado servil, el humano que se cree culto sin darse cuenta de que es cultivado.

Observarnos a nosotros mismo es la puerta para aprender y llegar a saber quiénes somos, pero debe hacerse desde la altura que permita la imparcialidad. La observación no es mental, no juzga ni condena. Quien observa es la consciencia que contempla los procesos que se llevan a cabo en su interior y exterior, viendo impulsos, reacciones y deseos, contemplando el juego de los opuestos en nuestra mente, y también, claro está, nuestros más íntimos anhelos que pugnan por salir y manifestarse, nuestro instinto natural.

La capacidad de observación se potencia con su uso continuado y se amplía con la experiencia. Desdoblados en observador y observado, seremos partícipes de nuestro rol y personaje, del papel que representamos y también del escenario en que vivimos, porque quien aprende a conocerse a sí mismo termina conociendo a los demás y el desarrollo de la obra en perspectiva. Las ilusiones se desvanecen, las máscaras y caretas se caen, la desnudez se muestra sin rubor y la obra empieza a desvelarse completa.

Nos damos cuenta de la futilidad del ego, de sus vanidades y jugarretas, hasta que éste agacha la cabeza cuando se sabe descubierto y revelado, alumbrado por la luz de la consciencia, cazado en sus maquinaciones y sus tretas, sorprendido en su juego de malabares y desenmascarado en su farsa de tragicomedia y opereta.

Entonces asoma el Ser que somos y todo tiene otro sabor, la alquimia y la transmutación de energías expande nuestro universo, empezamos a vivir y no solo a figurar, el personaje deja de ser solo un actor y se hace cargo de la obra, tomando el timón de su destino, dándole un rumbo cierto a la existencia, sabiéndose viajero de caminos y surcando travesías a lomos de las olas de la Vida.

Ángel Hidalgo 




2 comentarios:

  1. Muuy bueno que tuvieras tu blog... estoy en lo cierto!? Y gracias por lo entregado en esta ocación!+

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  2. Es un honor reconocer en los tiempos que corren a personas consecuentes y con sentido común, por otro lado el menos común de los sentidos...; gracias por su hidalguía en sus escritos, siempre valientes y generosos con el ser humano. Y sobre todo..., gracias por SER.

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