27 enero 2018

EL EGO ILUMINADO


Solemos pensar que la fascinación se da con el mundo que nos rodea, cuando nos identificamos con el exterior, como en un partido de fútbol, en un concierto de música, delante de un televisor, o en una discusión acalorada, donde nuestra atención queda prendada del objeto olvidándonos de nosotros mismos. Sin embargo, existe otro tipo de fascinación más sutil y menos reconocible, como es la fascinación con uno mismo, con la propia información y el conocimiento adquirido.

Igual que ocurre cuando alguien ha estudiado una carrera y se cree poseedor de un conocimiento propio en el que basa su seguridad y su prestigio, aunque no la haya practicado, mirando a menudo por encima del hombro a los demás; así también ocurre con aquel que se da a la tarea de leer mucho sobre auto-conocimiento, conspiraciones y manipulación de la realidad. Son muchos los que se llaman a sí mismo "despiertos" por el hecho de haber leído, admitido y aceptado la gran manipulación que nos rodea. Entonces piensan que han despertado, que ya nadie los engaña, que están al tanto de todo. Pero cabría preguntarse ¿qué ha cambiado en realidad?...

Es fácil caer en el campo de las teorías y la intelectualización de la información, creyendo que por estar al tanto de ciertos conocimientos, generalmente revelados por otros, ya forman parte de nosotros, cuando en realidad tan solo lo hemos incorporado a nivel teórico y de creencias, mientras no exista un trabajo de comprensión, de asimilación, de experiencia e integración para que se convierta en consciencia propia. El problema es manifiesto, pues no todos se toman en serio el trabajo de integración, contentándose la mayoría de las veces con la información meramente teórica y descriptiva, la cual se acepta sin más o a lo sumo decimos que "nos resuena", como si con ello estuviera todo dicho y hecho.

Cuando esto ocurre, es fácil encontrarnos con un ego iluminado, es decir, alguien que ha adquirido mucha información de tipo no convencional pero sin el necesario trabajo de consciencia, lo que le produce la ilusión de estar por encima de los demás, de estar más despierto, cuando lo único que manifiesta es un enorme ego que se siente superior porque cree saber ciertas cosas que los demás ignoran; pero eso sí, un ego refinado, condescendiente, con la aureola de un sabio y una arrogancia contenida, pues bastaría pinchar en algunos puntos claves para que el globo, lleno de aire, reventara.

La consciencia no se basa únicamente en los conocimientos del mundo que nos rodea, sino en el auto-conocimiento y conciencia de sí mismo, en la unificación de su ego y en la práctica de lo aprendido. Y se refleja en sus actos que lo mueve a actuar como un verdadero Ser Humano, con respeto y consideración a sus semejantes, haciéndose cargo de sus decisiones y responsabilizándose de su existencia con la coherencia del que dice y hace lo mismo que piensa.

Aquel que más sabe es el que se ha dado cuenta de que apenas sabe nada, siendo esta humildad natural la que le inmuniza contra la arrogancia y la soberbia del ego iluminado. La dificultad de escuchar a los demás y de saber confrontar la información de que se dispone termina acabando en fanatismo, pues acaba defendiendo sus ideas y sus creencias por encima de todo, ya que el ego sabelotodo pocas veces admite estar equivocado, debido a su arrogancia y su asumida pero ficticia iluminación.

Mientras no accedamos a la Consciencia del Ser y ésta se haga cargo de su vehículo físico, lo único a lo que podemos aspirar es a seguir expandiendo nuestra consciencia para que algún día sea digna de manifestar al Ser, mediante la cristalización de un Espíritu propio y la integración del ego al servicio de éste. Todo lo demás son fantasías, suposiciones y creencias, conocimientos tomados de otros, que aprovechan los yoes para camuflarse en la ilusión del iluminismo, de hacernos creer en una falsa luz.

Es cien veces más fácil que se ilumine un ignorante que reconoce su ignorancia a que el ego iluminado suelte las ilusiones a las que se aferra por auto-engaño.

Ángel Hidalgo



24 enero 2018

NO ME LLAMEN CIUDADANO


No me llamen ciudadano porque viva en una ciudad. También podría vivir en el campo, en una pequeña aldea o en la cima de una montaña. ¿Es que acaso el lugar donde vivo resta o acrecienta mis derechos?

No me llamen ciudadano para otorgarme unos derechos y deberes tanto civiles como políticos, que en realidad lo que hacen es someterme a unas leyes para decirme, o mejor dijera imponerme, lo que puedo o no puedo hacer. Mis Derechos y Deberes fundamentales los tengo por nacimiento, y se me confiere por derecho natural de Vida.

No me llamen ciudadano para menospreciar a quien ha venido de otro país, o que ha sido desposeído y se ha quedado sin nada, durmiendo en la calle porque alguien le arrebató su casa. ¿Donde estaban sus derechos?

No me llamen ciudadano si con ello lo que pretenden es asignarme una identidad como unidad de producción, una documentación como titular de derechos y obligaciones legales, un número de identificación como activo y pertenencia de alguien, aunque le llamen Estado. No me encasillen en un marco local, regional o nacional como una fría estadística. Soy algo más que un número y un nombre.

No me llamen ciudadano si es para apuntarme a un censo, decirme cuándo y por quién puedo votar, y luego si te he visto no me acuerdo. No me engañen, no me manipulen, no digan que me representan en cada decisión cuando solo permiten manifestarme una vez cada cuatro años.

No llamen ciudadanos a los pueblos para someterlos y hacerlos manejables para quienes los gobiernan bajo el concepto de legalidad, pues algo que es legal no significa que sea justo.

¿No comprenden que cuando me llaman ciudadano me limitan, me reducen, me encadenan... me hacen titular de unos derechos concedidos y unas obligaciones impuestas para someterme al imperio de unas leyes que no aprobé sino que me impusieron? ¿A quiénes beneficia realmente esas leyes?

Soy un SER HUMANO, así, en mayúsculas. Y no importa mi raza, mi credo, mi sexo o mi edad. No importa si soy rico o pobre, si nací aquí o allá, si mi piel es más clara u oscura, si nací hombre o mujer. Nadie debe otorgarse el derecho de decirme cuáles son los míos y cuáles no, de restringirlos o limitarlos, pues éstos son naturales e inherentes a la condición Humana y por tanto sagrados e inviolables.

Podrán estos derechos vestirlos de legalidad o ilegalidad, podrán recortarlos y ocultarlos, podrán reprenderlos y negarlos, pero eso no los hace más reales ni por ello desaparecerán. Pues el pensamiento, el sentimiento, el Amor, la Libertad y la Verdad no se pueden enjaular, porque habitan en la Consciencia del Ser Humano, en su mente, en su alma y su corazón, en su Espíritu inquebrantable y eterno... Y no se llama ciudadano, sino Humanidad.

Ángel Hidalgo



22 enero 2018

LA BATALLA INVISIBLE




En este mundo duro y cruel, lleno de perversiones y manipulación, existen muchas batallas en disputa, guerras donde mueren gentes a diario y se matan unos a otros, por ideales ficticios, por falsos conceptos de patriotismo o simplemente por ambición, por dinero y poder. Existen batallas por la pobreza donde mueren a diario niños y desfavorecidos, existen batallas por la salud donde mueren enfermos sin atender y otros a manos de sus cuidadores, existen batallas por ideologías donde se pelea por la supremacía, y batallas por la libertad donde a costa de los demás se intenta conseguir la propia.

Sin embargo, la batalla más importante, la que a la postre podría terminar con todas las demás guerras, es aquella que se libra en nuestro interior, es la batalla del Ser o no Ser que está en presencia, pero no en apariencia, en cada humano. Pues de nada servirá ganar batallas por fuera sin vencer al verdadero enemigo interior, porque ese enemigo volverá más fuerte si cabe, y lo que parecía una victoria será solo superficial, pudiendo tornarse en una nueva guerra para volvernos a despedazar por dentro y por fuera.
Esa batalla interior es la que sentimos a diario, la experimentamos continuamente sin poder evadirnos de ella, sin poder escaparnos, pues es imposible estar al margen, aun si quisiéramos vivir en un lugar apartado, solos y aislados, la batalla existiría, y se manifiesta a cada momento, a cada paso y en cada decisión que tomamos. Es la batalla de la mente contra el corazón, de lo que se piensa frente a lo que se siente, de los deseos frente a la necesidad, de lo que sabemos contra lo que creemos saber, de lo que queremos frente a lo que hacemos, de lo que hacemos frente a lo que queremos. Pues es la batalla de nuestro propio ego, la de un "yo" contra otro "yo" y éste contra todos, es la batalla de la consciencia del Ser intentando tomar con su propio vehículo, que como burro empecinado corre detrás de zanahorias. Y es tan real esta batalla interior como lo pueda ser un piedra, el suelo que pisamos o el aire que respiramos.
En esta sociedad de las prisas, de trabajar y consumir, de debatirnos entre penas y alegrías, de perseguir placeres para olvidar, de intentar sobrevivir como puedas, del corre o te quedas atrás, el sistema se ha encargado de que estemos continuamente distraídos y atareados, que cuando no estemos ocupados, estemos preocupados. El bombardeo es continuo, los medios de comunicación y el propio entorno en que nos movemos no paran de enviarnos mensajes de negatividad y adormecimiento, de miedos y de fantasías, de presagios y de tormentas. No importan si se cumplen o no, porque su función ya ha sido consumada, que es la de distraernos, atemorizarnos, mantenernos dóciles y miedosos mientras la vida pasa sin que nada cambie, que los de arriba sigan estando arriba y los de abajo sigan en el limbo de la inconsciencia, en la ocupación de los distraídos o en la apatía de la inacción.
La importancia que le damos a lo que opinan los demás, a las críticas, a los juicios, a la imagen que puedan tener de nosotros, no hace sino mantenernos en esa lucha encarnizada por encontrarnos a nosotros mismos, olvidándonos a menudo que eres el único protagonista de tu existencia, que nadie la va a vivir por ti y que solo importa realmente lo que tú pienses y sientas, siempre que actúes con responsabilidad y coherencia. Y en medio de todo ello, como gran olvidado, están nuestros impulsos más profundos, nuestros anhelos más verdaderos, nuestras corazonadas más íntimas, que quedan sofocadas por el mundanal ruido, postergadas por las prisas y ahogadas por la lluvia de la ilusión.
Esta es la batalla invisible que todos vivimos y podemos sentir en nuestro interior. Una batalla real de la que nadie se libra y que continuará hasta que dejemos de luchar en los lugares equivocados para hacernos conscientes y responsables de nosotros mismos, cogiendo el toro por los cuernos, tomando el timón de nuestras vidas y dejando que nuestra esencia nos guíe con esos impulsos verdaderos, ese anhelo innegable y esas corazonadas íntimas que te dicen quién eres en realidad.
Ángel Hidalgo



19 enero 2018

RECUPERANDO EL PODER


No hay mayor derrota que convencerte de que no tienes ningún poder, que nada puedes hacer para cambiar las cosas, que la vida solo te sucede, y que son los que mandan los que deciden el rumbo de nuestro destino. Te conviertes en aquello en lo que crees, así que todo el aparato del sistema se empeña en mostrarte que eres un don nadie y que estás en manos del gobierno, que debes elegir entre una u otra opción para que decidan por ti, y que existen unos representantes de dios en la tierra a los que debes acudir para buscar consuelo y salvación. Mientras tanto, trabaja, paga tus impuestos y consume para poder sobrevivir.

Así se nos pasa la existencia, como en una carrera donde vas saltando obstáculos para tu propia supervivencia, de manera que no veas más allá, no te plantees nada nuevo, no salgas del propio carril que han marcado para ti y sigas al rebaño que ya alguien se encarga de dirigir. Mientras tú, inconsciente de tu propio poder, sigues alimentando al sistema.

Todo es cuestión de energías, allí donde pongas tu energía será lo que alimentas. Si estamos enfocados en nuestras miserias, nuestros miedos y nuestras limitaciones, éstas serán las que tomen preponderancia y las veremos como insalvables, las veremos como una gran losa que descansa sobre nuestros hombros, porque nosotros mismos nos habremos encargado de alimentar y engordar.

También ocurre que, en ocasiones, vivimos a expensas de la imagen que nos hemos labrado, o bien de la imagen que los demás tienen de nosotros, haciendo lo imposible por satisfacerla, como si fuera una fachada que nos preocupamos en mantener para dar satisfacción a nuestro ego o al ego de los demás. Sin embargo, en nuestro Ser más profundo, el Yo real y verdadero permanece sepultado entre tanta apariencia fabricada por nuestros miedos, ambiciones, miserias y vanidades, todas ellas sustentadas por una ilusión.

Pensemos que, con el tiempo, todo lo que creemos tener se nos va a escapar de las manos, y lo único que quedará al final es mirar atrás y ver las decisiones que tomaste, la responsabilidad que asumiste y aquello por lo que luchaste. Entonces nos preguntaremos si valió la pena, si hicimos lo correcto, y si el camino escogido estuvo en sintonía con lo que te pedía el corazón. Pues existe un poder interior que todos tenemos pero pocos escuchan, que está más allá de lo que pensamos y creemos, más allá de la lógica y de la razón, que no se atiene a convencionalismos ni costumbres, sino que se expresa a través de la intuición y de corazonadas, porque de ahí proviene.

Todos tenemos dentro de nosotros el poder creativo y transformador, pero pocos se hacen conscientes de él, porque lo primero que hace falta es hacernos responsables de nuestros pensamientos, palabras y obras, algo que rompe con nuestra zona de confort, pues aunque decimos estar hartos de las injusticias, de manipulaciones y corrupciones, seguimos dependientes de alguien que decida por nosotros, que se haga cargo y diga lo que hay que hacer. Pero eludimos tomar nuestras propias decisiones con coraje y voluntad, responsables y coherentes con nosotros mismos y con los demás. A veces, incluso, somos capaces de verlo y sentirlo en nuestro interior, saber que es así, pero no damos el paso definitivo para afrontarlo o volvemos a caer tras un tímido intento, no siendo capaces de mantener la intención y el propósito cuando aparecen la dudas, los obstáculos o las primeras críticas.

Es por ello que son tan importantes las certezas, encontrar tus propias verdades en lo profundo de tu corazón, sabiendo bucear entre capas y capas de superficialidad. Porque es allí donde te encontrarás contigo mismo, con la realidad de tu existencia y con la voz de tu conciencia, que es la voz de la consciencia del SER. Puede que entonces tengas un atisbo de la Verdad, te des cuenta de que existe un propósito por encima de ti mismo y alcances tu verdadero potencial.

No hay mayor poder que descubrir quién eres, reconocerte en tu propia alma y trascenderla en espíritu, porque entonces habrá comenzado tu liberación, dejarás de ser alimento de otros cediéndoles tu poder, conducirás tu propia existencia y encontrarás la luz que alumbra tu
camino.

Ángel Hidalgo





14 enero 2018

CONCILIACIÓN


Está claro que nos gusta y atrae los temas superlativos, de gobiernos mundiales en la sombra, de iluminatis y sociedades secretas de dominación, de proyectos científicos ocultos y vanguardistas, de grandes manipulaciones mediáticas y sistemas de control, destacando también los temas de contactos extraterrestes, civilizaciones perdidas y cultos de poder. Y está bien, forma parte de la expansión de consciencia para comprender la realidad en que vivimos, solo que solemos olvidar lo más cercano, lo que está aquí y ahora, lo más inmediato de nuestra existencia, como es el diario vivir y nuestras relaciones con los demás.

Así, a veces, terminamos hablando de grandes misterios sin resolver, opinando del sexo de los ángeles, atentos a cualquier nueva noticia o información y pegados a internet, mientras nuestro mundo cercano y de relaciones se desmorona, a menudo por falta de atención y cuidados. De manera que no es difícil ver como pareja, hijos, familiares y amigos, nos miran como “marcianos” que viven en otro planeta. Claro, luego es fácil decir que no nos comprenden, que no pueden ver lo que nosotros vemos, que nos toman por locos porque tenemos más información y sentimos diferente, etc, etc. Pero tal vez debiéramos contemplar la posibilidad de que seamos nosotros quienes nos hemos alejado de ellos por no saber conciliar el conocimiento con nuestra vida privada y personal.

¿De qué nos sirve tener mucha información y estar a la última si no sabemos ocuparnos de nuestros asuntos y tratar a quienes nos rodean? ¿Tanta desafección tenemos con nuestro entorno que solo nos interesa lo que pasa en la red? ¿Es más importante lo que ocurre a nivel global que lo que está pasando ahora en nuestro entorno más cercano? ¿No es todo parte de lo mismo pero no lo queremos ver?

Estamos de acuerdo que todos los casos no son iguales y que cada cual debe tomar sus propias decisiones en base a sus circunstancias particulares, siendo responsabilidad de cada uno. Pero es bueno contemplar que, en ocasiones, volcamos nuestra energía en asuntos llamados “trascendentales” y descuidamos nuestra propia existencia personal, afectando con ello a los que tenemos más cercanos, aquellos que la propia Vida puso a nuestro lado.

En este espacio matricial convivimos seres de muy variada condición, educación, conocimiento y expansión de consciencia, pero todos debiéramos aprender unos de otros, entendernos y ayudarnos en la medida de lo posible, pues no olvidemos que cada cual está peleando su batalla, tan difícil como la tuya.

Únicamente desde el orgullo se puede pretender la perfección de quien tiene a su lado, cuando él mismo está muy lejos de poderla expresar. Nadie puede ni debe cambiar a nadie, cada uno tiene sus propias batallas, su experiencia, su aprendizaje y su ritmo, no caigamos en el error de querer que los demás sean como nosotros, ni nosotros como ellos, porque ahí reside la grandeza de la libertad, en dejar Ser. Antes bien, debemos intentar comprendernos, apoyarnos, ayudarnos a superar las dificultades y encontrar el espacio para aprender juntos a ser mejores.

La diferencia entre alguien optimista y alguien deprimido es que el optimista está agradecido por lo que tiene, y el deprimido está preocupado por lo que le falta. El problema es saber conjugar el mundo exterior con el mundo interior para que exista un equilibrio que no decante la balanza y nos lleve a los extremos, pues tiene poco sentido pretender resolver los misterios del universo cuando no sabemos ni conducirnos en nuestra propia vida cotidiana.

Es bueno estar atentos a lo que recibimos de los demás, no para pensar que merecemos más, sino para ver la medida de lo que emitimos, ya que el universo actúa como reflejo de aquello que damos; así que si no te gusta lo que recibes, tal vez debieras plantearte cambiar lo que emites.

Conviene recordar que siempre tendrás dos caminos a escoger, uno corto y fácil donde verás pronto los beneficios, y otro largo y difícil donde los resultados se harán esperar. En el primero mentir es una rutina, la traición moneda corriente y la hipocresía el ropaje diario, pero sus frutos se pudrirán pronto. En el segundo la sinceridad es el principio, la honestidad la norma y la verdad el propósito, y sus frutos serán eternos.

Una existencia dichosa, que te hace feliz, que merece ser vivida, es la que hace de pequeños instantes cotidianos grandes momentos... y en ellos te reconocerás como Humano.

Ángel Hidalgo



10 enero 2018

MENTIRAS BONITAS


Hay verdades que cuestan mucho de aceptar, mientras que las mentiras elaboradas que se adaptan a los deseos no cuestan ningún trabajo, y no solo eso, sino que con suma facilidad sustituyen y desplazan a las verdades incómodas porque nos resulta más fácil de creer, sobre todo cuando nos exime de responsabilidad y nos libra del propio esfuerzo, justificando así nuestra desidia. El ego es así, y la consciencia virtual siempre tenderá a elegir aquello que más le interesa, que se adapta a su esfera de comodidad, frente a lo que comporta trabajo, compromiso y responsabilidad.

Una de esas mentiras bonitas está basada en el amor incondicional, cuando nos dicen que debemos amar a todo el mundo, mandar amor y buenos deseos, no importa lo que digan o lo que hagan, lo que nos lleva a pensar que todo tiene excusa, que todo tiene justificación y, por tanto, todo es perdonable. Muy bonito todo. Pero entonces terminamos convirtiéndonos de manera sutil en cómplices del error y encubridores del delito, de manera que el que hace daño es consentido con nuestro permiso y beneplácito.

En el nombre del amor y de la libertad, ¿cuántas cosas vienen detrás maquilladas con esos nombres para que las aceptemos? ¿cuántas cosas se esconden detrás que solo llevan a la corrupción, a la denigración y a la miseria? ¿y cuántas cosas se camuflan con desinformación para que terminemos cediendo en nuestros derechos, cambiando libertad por monedas de seguridad?

¿Acaso no se comprende que decir “¡Basta!” puede ser un acto de Amor? ¿que no permitir el error, el engaño o la maledicencia puede ser un acto de Amor? ¿que una postura firme y decidida a veces es necesaria, precisamente como muestra de Amor?... ¿Es que el Amor solo lo ven como un sentimiento y no como una acción? Pues no son buenos sentimientos lo que el mundo necesita, sino acciones conscientes, actos de Amor.

El sistema imperante, apoyados por científicos y psicólogos, y reafirmados por mitos e iconos de diseño, han intentado llevarnos a una sociedad permisiva que todo lo acoge y ampara, aunque la falta de respeto, la agresividad, la violencia y el hacer cada uno lo que le venga en gana sin importar los demás, sigue causando estragos en los hogares, en las familias y en la misma sociedad. Pero no importa, pues las ciudades se llenan de normativas, de policías, de abogados, de jueces, y finalmente de cárceles e instituciones psiquiátricas donde van a parar todos estos “desechos” para garantizar la seguridad de las personas de bien, ésas que trabajan, pagan sus impuestos, crían hijos, votan y sostienen al sistema.

Hay mentiras muy arraigadas y difíciles de cambiar, pues desde la misma educación más básica nos inculcaron con fines de programación. Hay patrones implantados desde la más tierna infancia que aun hoy discurren por nuestro inconsciente dispuestos a saltar, a defender posturas y a crear enfrentamientos para perdernos en la maraña de las ideas, en el fango de las creencias y en el laberinto de las teorías. Desde la historia a la ciencia, desde el lenguaje a la religión, desde la política a la democracia, no han escatimado medios para crear ciudadanos (léase programas) que sirvan al sistema a costa de su dignidad, de su libre desenvolvimiento y de su misma humanidad.

El problema es mayúsculo, pues aun dándose cuenta de ello, el ser humano, no encuentra cómo salir, ya que todo está dividido, fragmentado, para ocultar la verdad. Tendrá que empezar conociendo su propia realidad, encontrarse a sí mismo dentro de su universo interior, atisbar al menos algo de su propia verdad que siempre estuvo y está esperando ser encontrada en el silencio de su mente. Y una vez encontrada dentro, que tenga reflejo en el exterior, cuando su propia consciencia se haga cargo de su existencia, cuando pensamiento, palabra y obra estén unidos por la coherencia de un Ser Humano que ha dejado de ser un programa más del sistema para convertirse en exponente de una nueva Humanidad, más libre, justa y verdadera.

Ángel Hidalgo




05 enero 2018

ENERGÍA Y TRANSFORMACIÓN


En el universo todo funciona en base a energías. Todo lo que conocemos está formado de energías en diferentes vibraciones o frecuencias y existe continuamente un intercambio o interacción energética entre las partes. Es un hecho fácilmente comprobable que cuando entramos en contacto con otras personas, éstas pueden subir o bajar nuestra energía, según la calidad de sus pensamientos, palabras y obras, al igual que nosotros también podemos contribuir a mejorar o empeorar la energía de los demás.

El propio entorno que nos envuelve puede cambiar nuestra energía, pues cada medio o lugar está impregnado de su propia energía que lo envuelve. No es lo mismo adentrarnos en un cementerio o en un hospital lleno de enfermos, que hacerlo en una fiesta de cumpleaños o en un entorno natural lleno de árboles, pájaros y ríos de aguas cristalinas.

La energía destilada por nuestro propios pensamientos y emociones cambia según la calidad de los mismos. Cuando tenemos un buen estado interior de equilibrio y armonía, todo nos parece que está bien, hay claridad de pensamiento, serenidad, optimismo y todo fluye de forma natural aflorando lo mejor de nosotros. En cambio, cuando estamos en un estado interior de baja calidad energética, no vemos las cosas claras, hay desesperanza, confusión, nos sentimos perdidos y somos presa de la tristeza, del pesimismo y de los miedos, proyectando esa baja energía en los demás.

La energía se transmite de unos a otros, pues no hay manera de permanecer ajenos al entorno en que vivimos y tarde o temprano hay que lidiar con ello. Cada persona destila su propia energía fruto de sus pensamientos, emociones y actos que se generan a través de su experiencia y la forma en que ésta le condiciona, tanto en sus victorias como en sus derrotas, en su aceptación o su rechazo, tanto en su impacto mal procesado como en su aprendizaje correctamente procesado como forma de superación, pues la experiencia es solo un medio, lo que hacemos con ella es nuestra lección y elección.

Del mismo modo, cada barrio, cada pueblo o ciudad, cada región o nación, es contenedor y destila su propia energía compuesto por la suma de las partes que lo componen. Igual que cada grupo, comunidad, ideología, religión o corriente filosófica, que ha creado su propio centro de gravedad energético a través del cual gira y mueve sus propias energías, distinguiéndose de cualquier otra.

Las élites que gobiernan y controlan este planeta no están interesadas en la mejora de la humanidad sino que procuran mantener al pueblo con energías de baja calidad, aunque digan trabajar por el bienestar de la mayoría. Por ello ocultan las nueva tecnologías y el conocimiento liberador que llevarían al mundo a un entorno de energías de más alta calidad, porque significaría la pérdida de sus privilegios y supremacía, la pérdida de su poder.

En un entorno de conocimiento al alcance de todos y de la tecnología oculta que nos libere del trabajo-esclavo, la humanidad daría un salto evolutivo sin precedentes, el entorno energético produciría Humanos de alta calidad, igual que un estado saludable del cuerpo crea y mantiene células saludables. Pues demostrado está que células enfermas terminan sanando si se trasladan a un entorno o medio adecuado y saludable.

Todo es cuestión de energía y de consciencia. Dependiendo de la calidad del producto utilizado (energía) dará lugar a un resultado distinto. Una baja calidad de energía utilizada dará pobres resultados y una energía de alta calidad producirá los mejores resultados. El problema es que el entorno o medio en que nos desenvolvemos no favorece la propia evolución de la consciencia, sino que la somete a la inconsciencia, a la fragmentación y a la competencia despiadada.

Aún así, todo puede ser encontrado para el que quiere ver, ya que el conocimiento y la energía pueden ocultarse pero no eliminarse, pues como es sabido la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. La solución pasa entonces por generar nuestra propia energía y consciencia procesando productos de alta calidad Humana para que, por contagio y propagación, se extienda al propio sistema alcanzando la masa crítica necesaria, cuando la suma de consciencia, integración y cooperación produzca la inevitable transformación.

Ángel Hidalgo