07 febrero 2018

QUERER Y NO QUERER


Es curioso pero de nada vale que se comunique la verdad si no estamos preparados para escucharla y aceptarla. Y en este caso no hablamos de una preparación mental o de conocimiento, sino a una disposición de ánimo de querer o no querer conocer para hacer. La verdad es lo que es y no cambiará nada que queramos o no conocerla, simplemente se hace presente en quienes se toman el trabajo de buscarla o resulta esquiva para quien prefiere la compañía de la ilusión y sentarse a comer con la falsedad.

Todos hemos podido comprobar como la ignorancia se protege a sí misma, es como si la inconsciencia se complaciera con su estado, como si la ceguera gustara de ser ciega y sorda. Está claro que el sistema se preserva a sí mismo y que tiene sus topes de seguridad que saltan cuando éstos han sido rebasados, que han logrado convertir una gran parte de la sociedad en ganado que se cuidan y vigilan los unos de los otros para que nadie pueda salir del rebaño. Solemos pensar que el sistema es aquello que nos envuelve y han construido para nosotros, pero olvidamos convenientemente que el sistema también está arraigado en nuestro interior, que está en lo que aceptamos y no aceptamos, en nuestras creencias, en nuestro ego, en nuestra forma de pensar y comportarnos; es decir, que nosotros formamos parte del sistema, y este es el principal problema.

No es lo mismo estar dentro del sistema sabiéndose una anomalía, que ser partícipe del sistema creyendo y defendiendo sus mentiras. La energía de interacción es muy diferente, las intenciones y propósitos cambian y los resultados también resultan alterados. Los bancos existen, la política existe, la religiones existen y todo lo demás que han puesto para nuestro control y manipulación existe, pero somos el pueblo, todos y cada uno de nosotros, quienes lo utilizamos o nos dejamos utilizar, por lo que en última instancia somos quienes le damos la consistencia y realidad, su existencia.

Ahora bien, ¿cómo hacer ver la verdad a quien no quiere ver ni escuchar? ¿cómo si nos hemos convertido en los defensores a capa y espada de nuestro trocito de realidad subjetiva, de nuestras creencias, de nuestras ideas, de nuestra miopía y necedad? ¿De qué sirve explicar cosas si no estamos dispuestos a aceptar nada nuevo, ni siquiera a indagar o investigar para darnos la oportunidad de encontrar nuestras propias certezas? ¿Acaso no comprendemos que funcionamos en base a patrones establecidos que hemos ido recibiendo y muchos aceptando por conveniencia y comodidad? ¿Acaso no vemos que el miedo es el principal obstáculo para abrirnos a las verdades que nunca quisimos ver? ¿No es el miedo a saber? ¿ el miedo a la respuesta que encontremos? ¿el miedo al compromiso que conlleva? ¿No el miedo a perder nuestro pequeño universo que habitamos si llegamos a descubrir que todo es una mentira autocreada y no soportamos salir de nuestra prisión por temor a lo que hay más allá, porque tenemos que romper con nuestra pobre, pero querida, zona de confort y tranquilidad?

Sí, sabemos que todo está mal, lo decimos, nos quejamos, lo criticamos, pero luego buscamos una forma de consolarnos, nos metemos cada uno en su agujero, siguiendo con su insulsa y mediocre existencia. Nos refugiamos en nuestro escaso tiempo libre y en la satisfacción de pequeños placeres como válvula de escape para hacer soportable los problemas, la presión, los abusos, el descontento y el vacío de nuestra existencia. Todos lo sabemos, todos lo sentimos, pero casi nadie hace nada. Y si alguno propone una alternativa o posible vía de solución no se estudia siquiera, se desconfía, se argumenta en contra, saltan mil peros y excusas para no accionar, para no unir esfuerzos, para no comprometernos.

Mientras tanto seguimos esperamos que algo pase, que ganen los buenos y pierdan los malos, que alguien vengan a rescatarnos, que alguien haga el trabajo por nosotros. No nos damos cuenta que ese alguien somos nosotros mismos y que solo necesitamos hacer cada uno lo que le corresponde, desde el lugar que ocupa, con los medios que tiene a su disposición, desde su capacidad y consciencia, pero haciendo algo, lo que sea, pero algo. Que lo único que necesitamos es dejar de delegar nuestra responsabilidad y vencer nuestra desidia, dejar de esperar sentados y ponernos a andar unidos en todo aquello que sirva para nuestra liberación, guiados por la consciencia y la responsabilidad.

Pero claro, aquí está el problema, que sigue faltando consciencia, pues la consciencia es la que otorga la responsabilidad y el compromiso necesarios para tener la coherencia entre pensamiento, palabra y obra. Esa misma coherencia que nos falta como Humanidad para permanecer unidos en un propósito común que a todos nos involucra y beneficia, siendo libres de nosotros mismos, siendo justos con los demás y siendo verdaderos como Seres Humanos.

Ángel Hidalgo



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