Es
curioso pero de nada vale que se comunique la verdad si no estamos
preparados para escucharla y aceptarla. Y en este caso no hablamos de
una preparación mental o de conocimiento, sino a una disposición de
ánimo de querer o no querer conocer para hacer. La verdad es lo que
es y no cambiará nada que queramos o no conocerla, simplemente se
hace presente en quienes se toman el trabajo de buscarla o resulta
esquiva para quien prefiere la compañía de la ilusión y sentarse a
comer con la falsedad.
Todos
hemos podido comprobar como la ignorancia se protege a sí misma, es
como si la inconsciencia se complaciera con su estado, como si la
ceguera gustara de ser ciega y sorda. Está claro que el sistema se
preserva a sí mismo y que tiene sus topes de seguridad que saltan
cuando éstos han sido rebasados, que han logrado convertir una gran
parte de la sociedad en ganado que se cuidan y vigilan los unos de
los otros para que nadie pueda salir del rebaño. Solemos pensar que
el sistema es aquello que nos envuelve y han construido para
nosotros, pero olvidamos convenientemente que el sistema también
está arraigado en nuestro interior, que está en lo que aceptamos y
no aceptamos, en nuestras creencias, en nuestro ego, en nuestra forma
de pensar y comportarnos; es decir, que nosotros formamos parte del
sistema, y este es el principal problema.
No
es lo mismo estar dentro del sistema sabiéndose una anomalía, que
ser partícipe del sistema creyendo y defendiendo sus mentiras. La
energía de interacción es muy diferente, las intenciones y
propósitos cambian y los resultados también resultan alterados. Los
bancos existen, la política existe, la religiones existen y todo lo
demás que han puesto para nuestro control y manipulación existe,
pero somos el pueblo, todos y cada uno de nosotros, quienes lo
utilizamos o nos dejamos utilizar, por lo que en última instancia
somos quienes le damos la consistencia y realidad, su existencia.
Ahora
bien, ¿cómo hacer ver la verdad a quien no quiere ver ni escuchar?
¿cómo si nos hemos convertido en los defensores a capa y espada de
nuestro trocito de realidad subjetiva, de nuestras creencias, de
nuestras ideas, de nuestra miopía y necedad? ¿De qué sirve
explicar cosas si no estamos dispuestos a aceptar nada nuevo, ni
siquiera a indagar o investigar para darnos la oportunidad de
encontrar nuestras propias certezas? ¿Acaso no comprendemos que
funcionamos en base a patrones establecidos que hemos ido recibiendo
y muchos aceptando por conveniencia y comodidad? ¿Acaso no vemos que
el miedo es el principal obstáculo para abrirnos a las verdades que
nunca quisimos ver? ¿No es el miedo a saber? ¿ el miedo a la
respuesta que encontremos? ¿el miedo al compromiso que conlleva? ¿No
el miedo a perder nuestro pequeño universo que habitamos si llegamos
a descubrir que todo es una mentira autocreada y no soportamos salir
de nuestra prisión por temor a lo que hay más allá, porque
tenemos que romper con nuestra pobre, pero querida, zona de confort y
tranquilidad?
Sí,
sabemos que todo está mal, lo decimos, nos quejamos, lo criticamos,
pero luego buscamos una forma de consolarnos, nos metemos cada uno en
su agujero, siguiendo con su insulsa y mediocre existencia. Nos
refugiamos en nuestro escaso tiempo libre y en la satisfacción de
pequeños placeres como válvula de escape para hacer soportable los
problemas, la presión, los abusos, el descontento y el vacío de
nuestra existencia. Todos lo sabemos, todos lo sentimos, pero casi
nadie hace nada. Y si alguno propone una alternativa o posible vía
de solución no se estudia siquiera, se desconfía, se argumenta en
contra, saltan mil peros y excusas para no accionar, para no unir
esfuerzos, para no comprometernos.
Mientras
tanto seguimos esperamos que algo pase, que
ganen los buenos y pierdan los malos, que
alguien vengan a rescatarnos, que alguien haga el trabajo por
nosotros. No nos damos cuenta que ese alguien somos nosotros mismos y
que solo necesitamos hacer cada uno lo que le corresponde, desde el
lugar que ocupa, con los medios que tiene a su disposición, desde
su capacidad y consciencia, pero haciendo
algo, lo que sea, pero
algo. Que lo único que necesitamos es dejar de delegar nuestra
responsabilidad y vencer nuestra desidia, dejar de esperar sentados y
ponernos a andar unidos
en todo aquello que sirva para nuestra
liberación,
guiados por la consciencia y la responsabilidad.
Pero
claro, aquí
está el problema, que sigue
faltando
consciencia, pues la consciencia es la que otorga
la responsabilidad y el compromiso necesarios
para tener la coherencia entre pensamiento, palabra y obra. Esa misma
coherencia que nos falta como Humanidad para permanecer unidos en
un propósito común que a todos nos involucra y beneficia, siendo
libres de nosotros mismos, siendo justos con los demás y siendo
verdaderos como Seres Humanos.
Ángel Hidalgo
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