Está
claro que nos gusta y atrae los temas superlativos, de gobiernos
mundiales en la sombra, de iluminatis y sociedades secretas de
dominación, de proyectos científicos ocultos y vanguardistas, de
grandes manipulaciones mediáticas y sistemas de control, destacando
también los temas de contactos extraterrestes, civilizaciones
perdidas y cultos de poder. Y está bien, forma parte de la expansión
de consciencia para comprender la realidad en que vivimos, solo que
solemos olvidar lo más cercano, lo que está aquí y ahora, lo más
inmediato de nuestra existencia, como es el diario vivir y nuestras
relaciones con los demás.
Así,
a veces, terminamos hablando de grandes misterios sin resolver,
opinando del sexo de los ángeles, atentos a cualquier nueva noticia
o información y pegados a internet, mientras nuestro mundo cercano y
de relaciones se desmorona, a menudo por falta de atención y
cuidados. De manera que no es difícil ver como pareja, hijos,
familiares y amigos, nos miran como “marcianos” que viven en otro
planeta. Claro, luego es fácil decir que no nos comprenden, que no
pueden ver lo que nosotros vemos, que nos toman por locos porque
tenemos más información y sentimos diferente, etc, etc. Pero tal
vez debiéramos contemplar la posibilidad de que seamos nosotros
quienes nos hemos alejado de ellos por no saber conciliar el
conocimiento con nuestra vida privada y personal.
¿De
qué nos sirve tener mucha información y estar a la última si no
sabemos ocuparnos de nuestros asuntos y tratar a quienes nos rodean?
¿Tanta desafección tenemos con nuestro entorno que solo nos
interesa lo que pasa en la red? ¿Es más importante lo que ocurre a
nivel global que lo que está pasando ahora en nuestro entorno más
cercano? ¿No es todo parte de lo mismo pero no lo queremos ver?
Estamos
de acuerdo que todos los casos no son iguales y que cada cual debe
tomar sus propias decisiones en base a sus circunstancias
particulares, siendo responsabilidad de cada uno. Pero es bueno
contemplar que, en ocasiones, volcamos nuestra energía en asuntos
llamados “trascendentales” y descuidamos nuestra propia
existencia personal, afectando con ello a los que tenemos más
cercanos, aquellos que la propia Vida puso a nuestro lado.
En
este espacio matricial convivimos seres de muy variada condición,
educación, conocimiento y expansión de consciencia, pero todos
debiéramos aprender unos de otros, entendernos y ayudarnos en la
medida de lo posible, pues no olvidemos que cada cual está peleando
su batalla, tan difícil como la tuya.
Únicamente
desde el
orgullo se
puede pretender la perfección de quien tiene a su lado, cuando él
mismo está muy lejos de poderla expresar. Nadie puede ni debe
cambiar a nadie, cada uno tiene sus propias batallas, su experiencia,
su aprendizaje y su ritmo, no caigamos en el error de querer que los
demás sean como nosotros, ni nosotros como ellos, porque ahí reside
la grandeza de la libertad, en dejar Ser. Antes bien, debemos
intentar comprendernos, apoyarnos, ayudarnos a superar las
dificultades y encontrar el espacio para aprender juntos a ser
mejores.
La
diferencia entre alguien optimista y alguien deprimido es que el
optimista está agradecido por lo que tiene, y el deprimido está
preocupado por lo que le falta. El problema es saber conjugar el
mundo exterior con el mundo interior para que exista un equilibrio
que no decante la balanza y nos lleve a los extremos, pues tiene poco
sentido pretender resolver los misterios del universo cuando no
sabemos ni conducirnos en nuestra propia vida cotidiana.
Es
bueno estar atentos a lo que recibimos de los demás, no para pensar
que merecemos más, sino para ver la medida de lo que emitimos, ya
que el universo actúa como reflejo de aquello que damos; así que si
no te gusta lo que recibes, tal vez debieras plantearte cambiar lo
que emites.
Conviene
recordar que siempre tendrás dos caminos a escoger, uno corto y
fácil donde verás pronto los beneficios, y otro largo y difícil
donde los resultados se harán esperar. En el primero mentir es una
rutina, la traición moneda corriente y la hipocresía el ropaje
diario, pero sus frutos se pudrirán pronto. En el segundo la
sinceridad es el principio, la honestidad la norma y la verdad el
propósito, y sus frutos serán eternos.
Una
existencia dichosa, que te hace feliz, que merece ser vivida, es la
que hace de pequeños instantes cotidianos grandes momentos... y en
ellos te reconocerás como Humano.
Ángel Hidalgo
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